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Los Cátaros

Los Cátaros

El catarismo fue una variante del cristianismo perseguida por la Iglesia Católica en el siglo XIII por considerarla herética. Su fe incluye la creencia en la reencarnación, así como en un Dios, incognoscible, que no está presente en este mundo ni lo ha creado directamente. Por el contrario, para ellos, el mundo físico es un engaño creado por Satán, y el espíritu sólo puede ser liberado de este engaño mediante el único sacramento que reivindican: el consolement. No creen en el matrimonio, el bautismo ni la comunión (eucaristía), y tampoco en el infierno ni el purgatorio. Del mismo modo, rechazan el símbolo de la cruz, al que no consideran sagrado sino todo lo contrario, por no haber sido más que un cruel instrumento de tortura. Su creencia sobre Jesús dicta que la Encarnación de Cristo no habría sido posible, dado que, desde su punto de vista dualista, es imposible la unión de un cuerpo material y manchado por el pecado con el verdadero Dios espiritual. Por ello, sostienen que Jesucristo únicamente ha aparentado adoptar un cuerpo material con la misión de mostrarle a los mortales el camino de la salvación, pero que nunca ha tomado verdadera forma física. 

Los cátaros se dividen en Perfectos y Credentes. Mientras que los primeros, que han tomado el consolement, se ven obligados a seguir reglas muy restrictivas, los segundos son simples simpatizantes del catarismo, para los cuales estas limitaciones no se aplican. Sencillamente, para obtener la salvación, deben recibir el consolement antes de morir. Esto hace del catarismo una disciplina muy fácil de seguir para la población general del Languedoc, en especial si se contrasta con las exigentes limitaciones de la Iglesia de la época.

Los Perfectos revestidos llevaban un estilo de vida ascético inspirado en los primeros cristianos. Se los llamaba “Bons homes” (“buenos hombres” y “buenas mujeres”), o también “puros” y “puras”. Su condición no les permitía comer carne, huevos ni productos lácteos, casarse, tener relaciones sexuales, ejercer ningún tipo de violencia, mentir,  jurar,  ni poseer propiedad privada. Tanto hombres como mujeres podían ser Perfectos por igual, teniendo los mismos derechos y responsabilidades sin importar su género, lo que era muy novedoso en la época. Esto hizo a la doctrina especialmente atractiva para las mujeres nobles, que, a diferencia de las asimetrías con las que se topaban dentro de los confines de la Iglesia Católica, aquí se hallaban en pie de igualdad con los hombres, pudiendo involucrarse mucho más activamente en la vida espiritual, política y comunitaria de sus pueblos gracias al catarismo. Esto se reflejó en un importante apoyo económico de las familias nobles, impulsadas por sus mujeres, a las casas cátaras, que fue fundamental para su sustento.

 

El status social tradicional tampoco influía en quién podía ser Perfecto y quien no. Desde la alta nobleza hasta los campesinos más humildes podían optar por este modo de vida, y serían tratados con igual reverencia por sus seguidores, sin que importaran sus orígenes (Ver "Paratge")

El Consolament, también llamado “consolamentum” era el único sacramento que practicaban los cátaros. Se trataba de una ceremonia de bautismo espiritual por la cual un credente, luego de pasar por un período de iniciación, se convertía en Perfecto

Su propósito era asegurar el regreso al cielo del espíritu, la única parte del ser humano que consideraban sagrada. Este rito marcaba el inicio de una vida cristiana de virtud, de acuerdo con la doctrina cátara, permitiendo que el iniciado se desprendiera en parte de los lazos mundanales del cuerpo y accediera a la salvación.

Los inquisidores no le llamaban consolament sino “hereticatio”, ya que, a sus ojos, con este rito una persona se convertía en hereje.

Además del consolament como rito iniciático, también existía el “consolament de los moribundos” que equivalía a la extremaunción de los católicos. En esta variante, era un simple credente, en su lecho de muerte, quien lo recibía, ya no para convertirse en Perfecto sino para morir “consolado” y conseguir un 'buen final'. Esto es: el perdón de sus pecados, así como la liberación y la purificación de su alma que, de este modo, podría reencarnar en un plano más elevado de conciencia, para lograr así estar más cerca de ser Perfecto en la próxima vida. 

Los Perfectos ya no necesitaban reencarnar, y al morir sus almas alcanzaban el paraíso. Un paraíso en el que ya todas las almas, incluso la de satán mismo, habían sido salvadas. Solamente que ellos no debían esperar para llegar allí, ya que el tiempo en la tierra era solo una ilusión, que no afectaba al verdadero mundo de las almas. 

El moribundo consolado debía cumplir, por el tiempo que le quedara de vida, las obligaciones de un Perfecto, para que el consolament recibido no quedara sin efecto. Muchas veces, un Perfecto revestido lo acompañaría durante su agonía para así ayudarle a cumplir con los preceptos y poder morir en paz.

Solo los Perfectos revestidos tenían el poder de conferir el consolament a otras personas. 

Antes de poder recibir el consolament, el aspirante debía atravesar un período de iniciación que duraba de uno a tres años. En él se llevaba a cabo un proceso de purificación y crecimiento espiritual en el que los candidatos debían practicar abstinencia tanto en lo sexual como en lo alimenticio, aparte de vivir con sencillez y aprender de cátaros ya «consolados» sobre teología, música, ciencia, naturaleza y métodos de curación.

Sobre todas las cosas, la iniciación consistía en ejercicios que los conducían a la renuncia de lo mundano y al despertar de lo espiritual. Un iniciado se encontraba en condiciones de recibir el consolament cuando llegaba al punto en el que pasaba de “creer” a “saber”

La ceremonia del consolament consistía básicamente en un rito de imposición de manos del clérigo cátaro que lo aplicaba sobre el aspirante. Posteriormente, se leían oraciones y el Evangelio, como medio para borrar el pecado, a través del Espíritu Santo. El candidato a Perfecto debía renunciar solemnemente al bautismo de la Cruz que había recibido por parte de la “falsa Iglesia” (si ese era el caso) y luego debía recitar la siguiente promesa:

“Prometo rendirme ante Dios y los Evangelios.

Nunca mentiré ni juraré. 

No tocaré a ninguna mujer.*

No mataré a ningún animal.

Nunca aplicaré la violencia. 

Nunca comeré carne.

Sólo comeré alimentos vegetales.

No haré nada sin decir primero la oración de nuestro padre.

No viajaré ni pasaré la noche en ningún sitio sin mi acompañante y amigo.*

Siempre trataré de estar con él, y si estoy separado de él*, ayunaré durante tres días.

Nunca dormiré desnudo, sino vestido.*

Finalmente, nunca traicionaré la Fe de nuestra Iglesia del Espíritu.

Incluso ante la amenaza de muerte del cuerpo.”

(* o el equivalente inverso de género en caso de tratarse de una candidata a Perfecta).

Las referencias al compañero/a se deben a que un Perfecto no debía andar solo, sino que se le asignaba otro Perfecto del mismo sexo con quien siempre debían darse compañía y apoyo mutuo. 

Los Perfectos asumían el compromiso de acudir en ayuda de su prójimo en cualquier circunstancia, favorecer la toma de conciencia de todo el mundo,  consagrarse a la educación de los jóvenes, respetar la vida, y no combatir por medio de las armas ni de la fuerza.

Las "casas cátaras" en las que vivían los Perfectos y Perfectas, estaban integradas a los pueblos y ciudades. En ellas se efectuaban prédicas y talleres. Sus puertas estaban siempre abiertas para la población, que era bien recibida en estas residencias comunitarias. Los perfectos otorgaban comida, orientación espiritual, fuentes de trabajo y formación para aquellos que lo necesitaran. 

Lamentablemente, estas diferencias resultaron demasiado amenazadoras para la Iglesia, que día a día perdía adeptos que decidían inclinarse hacia el catarismo. Por ello, los cátaros serían brutalmente perseguidos hasta su exterminación total, primero por las cruzadas albigenses y más tarde por la Inquisición.

Su compromiso de permanecer fieles al Espíritu, incluso ante amenaza de muerte, tomó especial relevancia cuando se declaró la cruzada en su contra y comenzaron a ser perseguidos. En lo que vivieron como una lucha del bien contra el mal, los candidatos a Perfectos sabían que les llegaría un momento de miedo atroz, en el que deberían enfrentarse a la amenaza de la tortura física y de la muerte con la misma valentía con la que el propio Jesús lo había hecho. Su compromiso implicaba estar dispuestos a afrontar los sufrimientos más indecibles cuando les llegara la hora. Como era razonable, cuando los meros credentes cátaros eran atrapados por los cruzados/inquisidores, y amenazados de muerte si no abjuraban, acostumbraban a renunciar (al menos de palabra) al catarismo y así salvaban sus vidas. Sin embargo, de los aproximadamente tres mil Perfectos procesados por la Inquisición sólo hay constancia de dos o tres abjuraciones. Los demás murieron todos en la hoguera. Tal era la seriedad con la que tomaban sus promesas. 

 

La iluminación, altruismo y santidad de los Perfectos cátaros perecidos como víctimas de la represión de la Iglesia, merece ser recordada con la mayor admiración.

¿Por qué Ermessenda?

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El por qué de que yo eligiera, sobre tantos temas que hay como para escribir, centrar mi novela en la historia de una vizcondesa medieval en tiempos de los cátaros, tiene muchas causas que se juntan, pero una de las más importantes es mi propia historia familiar, y los pequeños “milagros” que me ayudaron a descubrirla.

Un matrimonio arreglado y prohibido.

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(...) Lo que no es para nada habitual es que el mismo matrimonio sea a la vez arreglado y prohibido. Sin embargo, ese, precisamente, es el peculiar caso que se da en la historia de Ermessenda y Roger Bernard.

¿Quién fue Ermessenda de Castelbó?

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La trilogía “Ermessenda” está inspirada en la sorprendente historia real de una de las grandes damas soberanas de la edad media: Ermessenda de Castellbó. Nacida en Cataluña en 1195,

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La autora: Mariana Vernieri

Mariana Vernieri nació en 1977 en Buenos Aires, Argentina, destino histórico de inmigración de los más variopintos rincones del mundo. Este exuberante cóctel de pueblos y de historias la llevó a emprender la búsqueda de sus propios orígenes familiares. A lo largo de años de exploración tan apasionada como documentada, Mariana elaboró un árbol genealógico especialmente frondoso, cubriendo más de cuatro mil antepasados y familiares y logrando remontarse hasta el siglo XIII y antes aún. De una de las ramas de este árbol brota la saga “Ermessenda”, inspirada en la asombrosa historia real de sus ancestros Ermessenda de Castellbó y Roger Bernard de Foix

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